31/03/2024

Gritósfera gutural.

¿Quieres que grite? Pues vale, grito. Si quieres que lo haga, lo hago. Te juro que lo hago. Te prometo que cada segundo que pase yo estaré gritando, que cada partícula de aire llevará consigo el vibrato de mi voz angustiada. Quieres que no pare y efectivamente no paro, quieres que me duela y verdaderamente me arde la garganta porque tú quieres que grite y porque quieres que no pare. Y en el momento en que lo hago, que paro (ni siquiera para descansar, sino para tomar aire, seguir gritando y gritar mejor), es el momento en que me dices: "para gritar también hay que descansar". Y yo no te creo y tú tampoco te crees. El segundo en el que no grito de repente estoy gritando. A veces mientras grito pienso en mi garganta y otras en parar, y me vienes tú a la cabeza como si estuvieras poniéndote un dedo sobre los labios y diciéndome que me calle, aunque todos sabemos que no quieres que lo haga porque si lo hago respiro. Cuando sólo exhalo aire y se me olvida que lo tengo que inhalar es cuando te das cuenta de que ya no puedo parar de gritar aunque no respire y me sangre la garganta, de que llevamos toda la vida alzando la voz al sol como si fuera lo único que brilla, y de que me voy a pasar la vida entera gritando aunque nunca consiga tener nada que decir. ¡Shhh...!

21/03/2023

El mundo como delirio y representación.


 A Schopenhauer por inspirarme con el título.


–Tal vez el mundo sólo es un delirio que existe en la mente de un loco. Estamos incrustados cual cristal en el cerebro de un ser primigenio, es decir, el primer demente de todos, el verdadero. Su cerebro chorrea sangre a borbotones, su enfermedad no sana, y debido a ello todo es infección. Somos su fantasía perversa, sus títeres, las bacterias en sus heridas; por eso cuando tambalea su cabeza, tambalea nuestro mundo. Por eso cuando deja de medicarse ocurren muchas catástrofes en este plano. ¿Y quién es, pues, ese ser lunático? No quiero decir que es Dios, ya que la locura es demasiado bella para que la goce Dios, pero tampoco puedo decir que el mundo es tan bello como la locura, porque no me gusta mentir. Es más, fue el loco quien creó a ese tal Dios para que la humanidad se vuelva loca en el sentido más inútil de la palabra: dale a la humanidad una mentira y delirará durante milenios. La mentira es el motor mediante el cual el demente activa la vitalidad aquí dentro, y lo peor de todo ello es que los humanos creen –siempre creen– que estar vivos es un milagro... ¡un milagro! La paz y la guerra son los dos hemisferios morales en el cerebro del loco, es decir, el bien y el mal, lo blanco y lo negro, lo bello y lo horrendo. Siempre triunfa más este último porque es más perverso y más divertido, por ende, da más juego y más jugo. Las estrellas que observamos en el cielo, los cometas, las galaxias y todo el universo con su escala cromática son sus neuronas interconectándose, la sinapsis de su organismo, sus nervios craneales. Todo el cosmos se formó cuando el loco tuvo una sobredosis de medicamentos y su glándula pineal estalló en un viaje psicodélico de colores y formas. Estamos atrapados en una esfera de cristal que se quiebra pero nunca se rompe ni se abre. No se podría describir el mundo de ninguna otra forma mas que desde conceptos demenciales, pues todo se reduce al absurdo: la trayectoria del ser humano a lo largo de los siglos ha construido una red sistemática que sólo logra satisfacer a unos pocos. Siempre luchan unos contra otros para obtener el primer puesto y el liderazgo, para transformar el mundo a su antojo como si éste les perteneciera... A veces me dan ganas de agarrar del cuello a esos ilusos dirigentes y sumergir sus cabezas en un fango ardiente mientras les grito: "¡miraos, sois tan humanos como yo, ¿entendéis? Sois unos malditos condenados y si os rajo sangráis, no hace falta que alardeéis de bienes ni dirijáis nada, porque os vais a morir, joder. No lo entendéis, no lográis entenderlo como yo lo entiendo... no veis mi visión. El mundo seguirá su curso y nadie podrá hacer nada por él cuando estemos bajo tierra, ni siquiera vuestros descendientes. Es inútil hacer algo por esta esfera que sólo existe en la mente de un loco. Todo por lo que os esforzáis es en vano. Ojalá el loco se diera un tiro, así el planeta sería atravesado por una gran bala de fuego. Si no, tendríamos que inmolarnos nosotros. Debemos extinguirnos para que el loco sane o se muera de abstinencia, sí, eso es!" Pero nadie me comprende nunca, es el loco el que nos sumerge en el fango ardiente, y yo no debería estar en esta habitación blanca acolchada porque al loco le importo, ¿verdad, doctor?

–¿A qué edad vio usted Fight Club, señorita?

12/03/2023

Al alba.

Podremos reunirnos al alba,
para entonces ya habré salido de la tumba 
que me ocupé de enterrar durante la madrugada.
Ven cuando llegue el alba,
te arañaré la espalda 
con mis uñas llenas de tierra
bajo un árbol centenario 
que llora ante nuestra tragedia.
Yo me fui de ti,
tú te fuiste de mí,
yo también me fui de mí,
contigo, pero sin ti.
Con tu recuerdo 
envasándome al vacío los pulmones
tuve que asfixiarme 
para volver a vagar por este mundo 
como quien no lo conoce,
entre huesos calcinados, 
páginas de libros ancestrales 
y calaveras sonrientes queriendo decir algo,
queriendo decir que los muertos 
están más felices que nosotros,
es decir, queriendo decir todo.
Veré cómo se derrama el Sol derretido,
gotita a gotita,
carbonizando nuestras pieles 
hasta fundirnos y ser abono para la tierra.
El Sol está orinando,
el alba trae consigo 
esta deliciosa lluvia dorada.
Se me cae la sangre,
ya no queda nada dentro de mí, 
todo lo que vomito 
es la arena del reloj que es mi estómago,
frente a la tumba de nuestra memoria
todo lo que aspiro a recitar es un epitafio,
tal vez dos.
Dos caballos van galopando 
porque creen que son libres,
pero se escuchan disparos desde lejos.
Miro al cielo incandescente 
con los ojos abiertos
y dejo que las gotas 
me abrasen las pupilas. 
Ya no hay nada que observar,
en el alba,
no hay nada que observar.

30/01/2023

La Nada tiene náuseas.

La Nada me ha susurrado vagamente: "hija mía, vomítalo todo antes de que sea tarde. No te hinches ni explotes ni llenes el Universo de vísceras, mejor llénalo de conceptos, de pensamientos y estados emocionales, porque todos somos Nada y más Nada seríamos sin ese vómito". Entonces le he hecho caso:

Siento nostalgia de lo que no viví, 
del forajido que me toma como rehén,
de un baile de salón,
de una doncella prometida soñando con un delincuente,
de un claro de luna en el bosque,
de un Whisky entre miradas cómplices,
de un ave de paso,
del vientre de mi madre,
del amor del colegio,
del amor que nunca tuve,
del que perdí,
del que no hice.

Amor, así concibo yo el amor:
si tu cuerpo fuera de clavos, yo me clavaría como Cristo.
Si tus dedos fueran tenedores, yo te ofrecería mis ojos.
Si tu lengua fuera cicuta, yo me envenenaría.
Si tienes sed en un desierto, yo te ofrecería la sangre de mis venas.
¿Y si tengo sed? Me bastaría con tu saliva.
Si tus palabras fueran dagas, yo me cortaría.
Si tus pasos condujeran a mundos infernales, yo te seguiría.
Si tus manos destrozaran todo lo que conozco, yo sobreviviría entre ruinas.

En un estado de supervivencia cuando nadie me mira 
le arranco el ojo a un ángel,
me sirvo veneno,
me muero en el suelo,
clavo insectos en las paredes.
Cuando nadie me mira le resto importancia al "me"
y soy una calaverita con dos soles negros por ojos.
Porque es en esos momentos en los que
miro la vida como miro un Sol que se está muriendo.
(NADA ES LO SUFICIENTEMENTE BRILLANTE AHÍ FUERA).

Fuera siento hastío
por un mundo sistemáticamente ciego
y semánticamente pobre.
Hastío de tallar este escrito en la pared,
de que todo sea verborrea absurda,
hechos intrascendentes, sentimientos insustanciales.

Insustancialidad es eso que todos ofrecen
y paradójicamente a nadie le gusta,
es mirar la vida pasar desde el borde de un telesilla,
es arrastrar el cuerpo carente de sustento,
es ver interrumpida la paranoia del loco.

Y paranoicamente te busco en mis recuerdos,
en las rencillas de mi cerebro (no estás), 
en las esquinas de mis sienes,
en mis arterias,
en los huesos que me he arreglado con pegamento.
La paranoia hace de mí un ser tembloroso:
un sólo movimiento significa trillones de posibilidades,
un escenario significa incontables obras por interpretar.

Interpretar la vida, los sueños, los pensamientos, las palabras, el ser, el ente;
interpretarlo todo para acudir al parto de Filosofía, 
la cual trae al mundo dos gemelas brillantes y destructivas: 
Metafísica y Ontología.
Intentar interpretarlas es darle al Todo una explicación 
para llegar a la Muerte, a la Nada y al Vacío:
destinos que nunca debieron expulsarnos mediante su vómito.

08/01/2023

He adoptado una nube negra. (Serie 2).

«-Cuéntame algo.
+¿Sobre mi vida?
-No, coño, me refiero a una anécdota. Ya que no puedes tener la boca cerrada para dejarme leer el periódico cuéntame... alguna cosa.
+Lo siento, no sé qué decirle.
-¿No tienes anécdotas? ¡No tienes! Entonces te contaré una»:

La única vez que he desplegado mis labios para rezar una oración (no a Dios, sino a un destino impredecible para que todas las circunstancias del tedioso presente me hicieran un favor) fue para que lloviera. Sí, tal cual: deseaba que diluviara, que se desenvolviera en el cielo una tempestad torrencial que arrasara con toda la basura que se amontona sobre la ecúmene, que lloviera tanto que el ambiente se purgara y las plantas se saciaran, tanto tanto que los religiosos creyeran que el falso Apocalipsis se estaba realizando: pues esa tormenta sería mi excelente justificación para no tener que salir a hacer algo que, o bien iba a hacer por compromiso u obligación, o bien tenía pocas ganas de hacer. Pensé: "si no me puedo suicidar, al menos que la vida me dé un poco de tregua, un pequeño y brillante cataclismo".

Y entonces llovió. 

Mi deseo, fruto del egoísmo, fue concedido (quién sabe por qué). Llovió durante trece días y trece noches sin parar: limpiando, barriendo y purgando. Todo tal cual lo pedí. Hasta que, lamentablemente, el Sol volvió a salir tan arrogante y molesto como siempre. Pero como obsequio, como un souvenir por realizar tal buen acto al medio ambiente mediante mis súplicas a una Nada inconsistente, una nube negra de tormenta se arraigó a mí. No nació de mi costilla, sino de mi lengua afilada. Ahora aquella nube estaba siempre posada sobre mi cabeza: no importaba la hora, el lugar o la actividad en la que yo estuviera involucrada. Cuando me estaba divirtiendo (eso raras veces sucede) o cuando estaba en medio de una crisis existencial, sus moléculas de agua se acumulaban debido a la energía del ambiente y estallaba contra mí, haciendo que todo ápice de diversión se tornara un caos, calándome hasta los huesos y provocándome fuertes resfriados. Esto sucedía día tras día tras día, impidiéndome así realizar todas las actividades cotidianas. ¿No era esa la excusa que tanto buscaba? Lo positivo de ello es que mis lágrimas lograban camuflarse entre el agua. Me preguntaba si todo aquello era una especie de castigo kármico, aunque no me permito caer en esas creencias, pero en el fondo yo nunca quise hacerme cargo de esa masa negra. En ese punto... ¿qué podía hacer? ¿me quería matar o la quería matar yo a ella? 

Un día la llevé a un descampado, el más inhabitable de la zona y, sin compasión ni preámbulos, empecé a dispararle con una pistola de bolitas de goma (hubiera sido mejor una de balas, ya lo sé, pero no estamos en Estados Unidos). Pensaba, inocente de mí, que la nube se desvanecería evaporándose sin más, pero lo que ocurrió es que comenzó a sangrar. Ahora ya no llovía agua, sino sangre. Yo no tenía lugar ni forma donde limpiarme en diez kilómetros a la redonda, así que no tuve más remedio que optar por volver a la civilización. Intenté fijar la mirada en el suelo y pasar desapercibida entre los viandantes que caminaban atendiendo únicamente a su propia vida, o al menos eso quería creer yo. Pero era una ilusa al pensar que nadie se percataría del reguero de sangre que dejaban las suelas de mis zapatos durante todo el camino. En cuanto a mi nube, exprimió toda su sangre contra mí a lo largo del trayecto hasta que por fin se diluyó en el aire. 

Cuando me quedaban varios minutos para llegar a mi casa y, sosteniendo las manchadas llaves para por fin abrir la puerta del cubículo de mi tranquilidad, escuché detrás de mí varias sirenas de policía. Las omití, puesto que estaba tan exenta de cualquier cargo como una mariposa en un campo primaveral. Me detuve frente a la puerta de casa: unos movimientos locomotrices más y ya estaba dentro. Para abrirla agarré el tirador de la puerta dejando en él una mancha considerable de sangre. La llave se introdujo sin problema. Ahora sólo quedaba un movimiento más en aquella mecánica tan banal de abrir la puerta, pero de pronto sentí una de mis muñecas apretada detrás de mi espalda y la presencia de un policía respirar tras mi nuca. 

-Señorita, queda usted detenida por homicidio. Se le prohíbe pronunciar palabra alguna hasta que no se le asigne un abogado.

Las llaves cayeron al suelo. El uniforme de aquel oficial que me sostenía con brusquedad quedó manchado completamente. Siendo honesta lucía mejor así.

Pensé: "¿homicidio? ¿a quién? ¿por qué?"

Desde luego no ayudaba mi aspecto cubierto de sangre, pero nunca pronuncié ante aquel oficial las típicas frases agónicas de siempre: "yo no he hecho nada, soy inocente, créame", ya que entendí hace mucho tiempo que nadie lo es. Todos somos homicidas en menor o mayor medida: matamos insectos, animales, plantas... incluso el tiempo. Matamos con palabras, con actos, con desprecios, con indiferencias, con morales e ideologías; clavamos puñales cargados de traición, destruimos corazones y almas. Hay muchas maneras de matar y nunca nadie está libre de culpa, pues tú has sido verdugo alguna vez, y yo, por supuesto, también. 

Me condenaron por asesinar al cielo, por corromper el ciclo natural. Si algo me ha enseñado mi descendiente celestial es que no se puede controlar lo que no depende de nosotros ni de nuestras circunstancias. Tampoco se puede encapsular al cielo por egoísmo y, si uno dispara hacia arriba, que procure llevar consigo una toalla y jabón. 

03/12/2022

He adoptado un monstruo. (Serie 1).

Me espera en mi habitación con la luz apagada. Cuando me escucha caminar por el pasillo la enciende y se me queda mirando. Como ya no me apetece observar la rojez aterradora de sus ojos, no lo hago -de todas formas no me obliga-. Me desvisto despacio y observa mi piel repleta de cicatrices y moretones. A veces le cuento cómo me ha ido el día, aunque en general suelo revivir los mismos estados anímicos de siempre: el vacío, la angustia, la tristeza y la rabia. Me siento frente a él dándole la espalda y me empieza a deshacer las trenzas. Se me quedan trozos de su piel despellejada en el pelo y me lo sacudo. Supongo que es un poco lo habitual. Ya me he acostumbrado a la presencia de esta sombra, de este doppelgänger mío. A ojos de la sociedad este hecho es bastante escalofriante, raro e inusual. Me zarandean y me gritan horrorizados: "¿cómo se te ocurre adoptar a un monstruo? ¿tú estás loca?". Para ellos cualquier cosa que se salga de su cuadrícula mental o moral es criminalizado. Sin embargo si adoptara a un suave perrito sería una persona excelente y animalista; y si adoptara a un niño la gente no tendría palabras suficientes para ensalzarme. Pero no es ni un perro ni un niño, sino un monstruo que aunque no difiere mucho de los seres humanos, paradójicamente a veces hasta les tiene miedo y se cobija en mi regazo. 

Mi monstruo y yo tenemos una relación peculiar: él no vive sin mí, pues de mí es de quien se alimenta. Pero yo querría vivir sin él, sin mi malogrado Frankenstein, sin esta pequeña aberración natural. Sin embargo mi estimado adefesio me acompaña a todos los lugares, aleja de mí a personas maravillosas, me hace sentir triste y me priva de hacer cosas divertidas. Es una relación como la de cualquier mundano con su monstruo cuellicorto (más conocido como hijo), la única diferencia es que las personas alaban a los hijos ajenos, aunque sea con mentiras. Cuando rara vez llegan invitados a mi casa les presento a mi monstruo y tardan exactamente 0,2 segundos cronométricos en salir corriendo. A veces me gustaría que comprendieran por qué vive aquí conmigo y por qué llora lágrimas verdes cada vez que percibe un gesto de desprecio por parte de cualquier persona.

Me juraba a mí misma cada día que eso tenía que acabar, que no podía seguir así. Ya me había acostumbrado tanto a él que ni siquiera le tenía miedo. Así que de una forma frívola que caracteriza más a los humanos que a los monstruos, intenté deshacerme de él muchas veces: lo abandonaba en la carretera, en la calle, lo sumergía en el río, lo encadenaba en el sótano... pero siempre encontraba la manera de volver hasta mí. Estamos ligados por una cadena de hierro ardiente. Tras muchos intentos fallidos por romperla, por remediar lo irremediable y, asumiendo con pesar mi destino, he puesto un cartel en la puerta de mi domicilio: "tengo un monstruo. Posiblemente él tenga más miedo de usted que usted de él. Acéptelo o no haga sonar el maldito timbre".

15/11/2022

El llanto de las ninfas.

Las ninfas del bosque de la desolación ya no cantan sus joviales canciones, ahora sólo lloran. Su llanto es tan conmovedor que hasta las flores se marchitan y a los árboles se les caen las hojas. Me gustaría decir, si no es mucha molestia, que fui enviada allí. El bosque estaba situado entre dos ríos (lo que nos sumerge una vez más en la ineludible dualidad de nuestro plano): el primero era caudaloso, tenía el agua más cristalina que han divisado mis pupilas. El segundo no se asemejaba siquiera a un riachuelo: su agua, sucia y marrón, arrastraba toneladas de basura. La peculiaridad de ese lugar era que, según testificaban los habitantes del pueblo más cercano, cuando caía el Sol moría cualquier resquicio de naturaleza, pues ya no corría el viento, no fluían los ríos, no había animales merodeando el entorno; sólo se escuchaba una cosa: el llanto de las ninfas. 

Nadie (excepto los individuos más curiosos) se atrevía a penetrar el bosque cuando oscurecía, pues según las arcaicas habladurías que hasta hoy perduran, la noche representa el mal: con ella llegan los depredadores, el frío, las brujas, la oscuridad y el descenso al delirio; sin embargo con el día llega el Sol, con el Sol llega la luz, con la luz la información, con la información el saber, y con el saber la conciencia. Pude corroborar que los rumores eran ciertos la primera noche que anduve bajo la Luna de ese lugar. Los llantos provenían de todas las direcciones en un sonido binaural, un sonido tan intenso y fulminante que se te inyecta por un tímpano y sale por el otro como si te atravesara una bala de extremo a extremo. Entonces me adentré intentando localizar los lugares de donde provenían, pero con lo único que me topé fue con la luz de la Luna en todas las direcciones. No comprendía por qué no lograba encontrar nada, por qué el ambiente estaba tan paralizado, tan congelado en el tiempo como cuando la angustia te oprime el pecho y sientes que tu sangre ya no fluye. En todos los rincones sólo me topaba con mi sombra. Sentía que caminaba en bucle, volviendo una y otra vez hacia los mismos lugares. Ya no intentaba buscar a las ninfas para que me dieran respuestas de por qué yo estaba ahí de forma involuntaria, ahora tenía un propósito más egoísta: huir de allí. Pero estaba tan absorbida por la maleza y la oscuridad que los pensamientos más desquiciantes comenzaron a retumbar en las paredes de mi cráneo con una fuerza casi abrumadora. Pude verme abandonada a mi mala suerte, atrapada entre el frío y la hiedra. Entonces pensé en mí, en mi vida, en la insignificancia de vivirla. Nadie estaba conmigo en la civilización y nadie lo estaría en la naturaleza. Siempre andaba persiguiendo propósitos que eran completamente inútiles e insustanciales, mucho más que el de perseguir unos llantos. Pero lo curioso de ello es que estaba en ese bosque porque era allí donde enviaban a las personas tristes, a las disfuncionales para la sociedad: el lugar de los juguetes rotos, el lugar al cual ibas con la mente ya frágil por la aspereza de la vida, pero que te absorbía tanto que te rompía en pedazos. Las lágrimas comenzaron a brotar solas de mis ojos y un llanto desconsolado inundaba el ambiente. Así permanecí llorando noche tras noche tras noche, bajo la luz de la misma Luna, mientras que las personas más valientes seguían curioseando entre la maleza del bosque de las ninfas, intentando localizar sus desconsolados llantos. Los días se hicieron semanas, las semanas meses y los meses años. Y, cuando ya lloré lo suficiente, me di cuenta de que me había fortalecido tanto que tenía que poner remedio a ese lugar, pues seguían llegando oleadas de forasteros: mentes curiosas buscando sentir algún tipo de adrenalina, aunque yo los llamo "voyeurs del sufrimiento". ¿Qué misterio tenían unos simples llantos mas que verificar el mito y nutrir la emoción de las mentes estables? Ellos van allí a divertirse porque saben cómo salir, porque no se enredan en lo oscuro, porque su mente no se desploma cuando cae el Sol.

Como las sirenas hipnotizaban a los marineros con sus cantos, yo atraía a los forasteros con mis llantos. Ellos celebraban cuando me veían: "¡qué pasada, es cierto, es cierto. La leyenda de las ninfas es cierta!" pero cuando me miraban a los ojos se les borraba aquella molesta sonrisa, pues mis ojos reflejaban la miseria futura de sus vidas: la muerte de sus seres queridos, la abrupta ruptura con sus parejas, la quiebra económica, la destrucción terrenal. Todo lo puro se acaba ensuciando en algún momento, en algún punto de la historia. Nunca subestimes a una ninfa.

26/09/2022

Secuencias cínicas.

«Yo no quiero talar el árbol que nos ata a la vida, ni caminar contigo bajo un Sol sin aura, ni que me chupes la sangre. No quiero odiar sin causa aparente y, por sobre todas las cosas, no quiero asumir que «felicidad» y «plenitud» son conceptos de mentira, ¿verdad? Contigo me siento como cuando el gato vomita el pelo que se lame, justo así. Eres nocivo y por eso te dejo».

Eso estaba escrito en la nota que te dejó tu ex pegada a la nevera, dentro de la cual sólo había alcohol barato y dos limones pudriéndose. Si te paras a pensar, no es tan difícil expresarse, ¿cierto? ¿o es que no sabes abrirte el alma y dejar que drene? ¡no sabes! No hace falta estudiar medicina para ello, hace falta ir a urgencias y gritar: "¡doctor, me estoy muriendo!". Y la conversación fluirá un poco así:

«-¿Qué tienes? ¡Eres demasiado joven para morir!
+Tengo la mente enferma, necesito dejar de pensar y soltarlo todo.
-Pero no hay operaciones para eso, muchacho.
+Sí, antes sí había. Eran conocidas como lobotomías, ¿es que ya no se hacen?
-No.
+Ah bueno, llego un par de siglos tarde, disculpe».

A esto se le llama hablar sin preámbulos. Entonces quieres encontrarle un sentido y no lo tiene, el doctor también quiere y no lo tiene; cuando se reúna con su esposa le contará el suceso y ésta querrá encontrarle un sentido y tampoco lo tiene. "Vaya loco", pensarán. Al llegar a casa quieres abrirte la cabeza con un picahielo pero sabes que no puedes porque sería muy arriesgado. Al final dibujas y coloreas simulando que es sangre, pero por desgracia es tinta del bolígrafo rojo, y ahí te pones a pensar en lo visceral que es todo lo que se te cruza por la mente mientras suena cualquier disco que ahora mismo alguien odia. La melodía te absorbe y se te prende una luz dentro del cerebro. Joder, ¿por qué no te has dado cuenta antes? ¿no sabes delirar bien? Te levantas, caminas, entras en una farmacia y la conversación transcurre así:

«+Señorita, necesito medicación para la mente.
-Tenemos una gama nueva de productos naturales, sin químicos, para relajar y alcanzar un sueño reparador.
+Señorita, le estoy diciendo... que necesito matar la mente, delirar con psicodélicos, ¿es usted tonta o qué?».
 
Enfurruñado te diriges a un parque, a ver si con suerte puedes estrangular a unos cuantos patos del estanque. Te sientas en un banco pintado de corazones con iniciales de parejas que probablemente hoy en día se odian. A tu lado ves a un anciano con zapatillas de abuelo y el pelo teñido de blanco sin necesidad de haber malgastado el dinero en peluquerías. Éste, con una voz más ronca que un cocainómano rockero, te dice:

«-Joven, la vida es un paseo en trineo, pero a mí ya me queda poco, ni siquiera puedo respirar bien.
+Pues yo no encuentro anestesia mental, vaya día llevamos...
-¡Los jóvenes de hoy en día no aguantan nada, no son valientes!
+¿Quiere usted ser hoy el menú especial de esos putos patos?
-Voy a llamar a la policía, maleducado».

Pasados diez minutos suenan sirenas y se te acercan dos policías corpulentos a darte lecciones de moral, como si ellos hicieran algo más que sembrar miedo y violencia. 

«-Muchacho, debe usted respetar a los mayores.
+Glorificar a los mayores sólo porque tienen la carne arrugada y pensamientos de antaño es el mayor absurdo. Además ustedes los desahucian y apalean sin escrúpulos, pero claro, yo sólo soy un simple ciudadano sin autoridad, entonces soy el violento, ¿verdad?».

De nuevo vuelves a casa más amargado que cuando saliste. Está a punto de caer la noche y piensas que la mejor opción para cenar es vino caducado, a ver si es cierto que el estómago cría gusanos. Pero bueno, algo es algo, ya que mariposas no pueden ser. Te preguntas si venderán mariposas enlatadas y acto seguido carcajeas, qué cosas tienes. Entonces suena tu móvil, es un mensaje de la persona especial que estás conociendo. Quizá esta vez pueda salir algo bien, quizá vaya a funcionar, pues pareces importarle y parece ofrecerte kilos de mariposas en bolsa. Comienzas a leerlo:

«-Oye, lo siento. He estado pensando. Eres muy interesante, inteligente, gracioso, atractivo y dulce, pero...
+Pero».

Suspiras y, decepcionado, arrojas el móvil a la basura porque la historia ya te la conoces, ya sabes lo que viene. Otra vez. Perooooooo... tocan a la puerta y te entregan un paquete. Oh dios, qué será. Lo abres y resulta ser un trasto estúpido de un euro de AliExpress (el cual ni recordabas que habías añadido al carrito hace semanas) y mientras lo miras, piensas: "todos somos contingentes, pero esta mierda es la única necesaria".

06/09/2022

Metáfora de cómo me siento blablabla.

Voces desgarradas a lo lejos.
Dentro mi mente canta para no escuchar ni escucharse.
¿Qué particular manía es esa?
Parece que tengo bombas en las sienes.
Dice mi manuscrito que el Yo es la metafísica que nos condena a la Tierra,
el Otro es el lazo que hay que romper.
Intolerancia del Yo, cansancio del Otro.
No quiero ser esto, tengo disforia mental.
Tiemblo bajo un árbol hueco y centenario.
Tengo vendas en las rodillas ensangrentadas y busco un desierto para morir.
Quiero morir donde todavía quede un ápice de oxígeno,
donde no se escuchen gritos ni sonidos violentos.
Quiero morir imaginando el oasis que nunca tendré.
Quiero morir, quizá, a manos de un forajido que muerda mi piel;
sería mejor eso que morir en cualquier guerra de la mente.
Ese forajido me propondrá hacer un pacto y rajará la palma de mi mano.
O quizá lo obligaré yo.
Ese pacto será como un sello de muerte sin juramentos,
ya que las palabras son humo que se inyecta en los pulmones y los ennegrece.
Nunca busco culpables, sólo necesito entendimiento.
Entender, razonar, racionalizar el por qué.
Por qué las cosas son como son, por qué me siento de esta forma.
Por qué las personas no comprenden que me vacío, que soy 70% veneno.
Dibujo formas, maneras de contarlo.
El sastre me cosió los ojos y la boca cuando yo sólo quería lucir un vestido bonito;
se podría decir que ahora luzco uno, pero es harapiento.
El aire está sobrecargado de angustia, el río ya no augura nada bueno.
La noche está tan oscura que ya no se divisan estrellas para guiar a los errantes del camino.
Ya no llegan juglares ni enamorados, ni piratas satisfechos con sus acciones.
Las cartas están en blanco porque no hay sentimientos.
Las curanderas están muertas y los arqueros se han clavado flechas en los ojos.
El tesoro ha sido saqueado y los barcos quemados para no ser encontrados nunca.
No hay caza de brujas, hay caza de ideas; esto ha sido así desde siempre.
Hay una catedral que se está desmoronando y ya nada es seguro, sagrado o puro.
En el pueblo todo es caos, pues dicen que ha llegado la hora.
Contempla a lo lejos cómo todo arde, cómo todos se desafían en duelo.
Agarra entonces mi mano, forajido, y vámonos de aquí dejando un rastro de gotas de sangre a nuestro paso.

07/08/2022

La persistencia del insomnio y cómo derrite el reloj.

Como individuos debemos de cumplir una serie de necesidades fisiológicas para lograr subsistir, o quizá más que subsistir diría "ser funcionales", por mucho que odie ese concepto. ¿Pero qué sucede cuando una o varias de esas necesidades flaquean y no se pueden llevar a cabo de una forma íntegra? Ocurre que algo se deforma, pues los cimientos no se sostienen y hay un derrumbe catastrófico dentro de uno mismo. En este caso hablaré de dormir: esa maravillosa experiencia de confort que se asemeja a estar muerto, que proporciona descanso, reparación y, además, si tienes una imaginación vívida como yo, unos sueños dignos de haber tragado alucinógenos (me pregunto qué pensaría Freud de ellos). ¡Dormir me gusta tanto y sin embargo a veces se me da tan mal!

A continuación cito a Cioran (uno de mis autores favoritos e insomne por excelencia):

«El insomnio es una experiencia extraordinariamente dolorosa, una catástrofe. Pero te hace comprender cosas que los otros no pueden comprender: te coloca fuera de la esfera de los vivos, de la humanidad. Estás excluido. Te acuestas a las ocho de la noche y al día siguiente te levantas e inicias tu jornada. ¿Qué es el insomnio? ¡A las ocho de la mañana estás exactamente igual que a las ocho de la noche! No hay progreso alguno. No hay sino esa inmensa noche que está ahí. Y la vida sólo es posible mediante la discontinuidad. Por eso soporta la gente la vida, gracias a la discontinuidad que da el sueño. La desaparición del sueño crea como una continuidad funesta. Tienes un solo enemigo: el día, la luz del día».

Creo que nadie es capaz de definirlo tan bien como él. Ahora os estaréis preguntando (o muy probablemente no) qué es para mí el insomnio. Para mí se asemeja al cuadro surrealista de Dalí: "La persistencia de la memoria", pues en esas infernales noches no sólo siento que el reloj se derrite y se desvanece, sino que también lo hace mi mente. Creo que la mente es como una bomba de relojería (al menos la mía), pues en la gran mayoría de ocasiones no he necesitado más alarma que ella. Si me tengo que despertar a las 8:00, Mente se despierta casi dos horas antes. Si me quiebro emocionalmente antes de dormir, ten por seguro que Mente no duerme. A veces simplemente no pasa nada previamente. Aunque no todas las noches desciendo a la desesperación, pues la mayoría de ellas Morfeo me trata bien, pero en numerosas ocasiones me odia. Soy consciente de que hubo un tiempo hace años en que provoqué mi propio insomnio, forcé a mi cerebro, rompí las cadenas del descanso, maté a Morfeo y quizá ahora se esté vengando de mí; pero esa es otra historia de terror para contar y ahora mismo no voy a hacerlo.
En épocas insomnes me pesan los párpados y necesito dormir, pero la maldita mente no se calla. La maldita empieza a delirar, a tener pensamientos fuera de órbita, y entonces yo sólo ansío arrancármela y estamparla en la pared hasta decorarla con mis sesos. Procedo a dar vueltas y vueltas en la cama como una espiral. Pasa una hora, otra y otra más. Hasta que veo un jodido rayito de sol entrar por la ventana y pienso: "¡por fin se acabó esta tortura!". Habría que celebrar el sobrevivir a las noches de insomnio, no el cumplir años. Entonces es cuando me levanto con taquicardia, me miro al espejo y no sé si soy yo o la muerta más fresca del cementerio. Tengo unas ojeras inmensas, pesadez de cabeza y los ojos inyectados en sangre. No sé si camino o levito. Ahí, si aún conservo la capacidad de reflexionar, me doy cuenta de que tendré que fingir durante todo el desdichado día que contengo la energía suficiente como para aguantarlo. Porque sí, tus necesidades fisiológicas importan tan poco que el mundo no se va a parar por tu malestar. Entonces las personas te dicen que necesitas relajarte más y dejar de pensar. ¿Estás nerviosa? ¿has tenido ansiedad? "¡Culpa tuya por malcriar así al cerebro!", te reprocharán los que carecen de inteligencia emocional. "¿Has probado a meditar?", te sugerirán los más místicos. "¿Has tomado pastillas?", te recetarán los científicos. 
Después de todo eso, ya ha pasado un tiempo y por fin sale la luna a palidecer las calles. Estoy tan cansada... pero sin embargo, lo que más me cansa es el intentar volver a descansar, pues no quiero volver a la pesadilla consciente. ¿Y qué hacer si no? 
El cerebro vuelve a desobedecerme y otra vez quiero estamparlo y otra mañana veo a la muerta del espejo aún más muerta y tengo que fingir. La habitación está contaminada de miasma.
El insomnio es contar las horas, es la incertidumbre de no saber si vas dormir la mitad, la noche completa o no dormir en absoluto; el insomnio es la neura del insomne. Aunque no todo es drama, a veces sé que consigo dormir porque sueño (no deliro), pero aún así no es suficiente. ¿Y si lo intento con pastillas? A ratos cumplen su función, pero al día siguiente arrastro una pesadez y una somnolencia como si llevara cadenas en los pies, además del intenso bombeo del corazón. ¿Y si mejor lo intento dándome un tiro en la cabeza? Así todos descansamos.

01/08/2022

Una serpiente llamada Saphira.

Una estaca en el corazón yo tengo, firme y fuerte, bien anclada. Una estaca en el corazón me clavé con sublime minuciosidad, como si yo fuera la madre de todos y cada uno de los demonios del Inframundo, como si quisiera oscurecer la Tierra y corromper al ser humano (¿acaso no era ese mi propósito?). No hay verdugos ni individuos a los que culpar esta vez, pues yo misma atravesé el epicentro de mi corazón con un golpe sigiloso pero firme. El resultado fue preciso, la serpiente siseó y de mi boca emanaron estos vocablos (guionizados, por supuesto):

"¡Quiero ser la madre del mal, quiero gobernar la oscuridad, observar con soberbia al mundo ya negro y quemado donde no hay más dolor; pues no podrá haberlo porque no existirán mentes para pensar ni corazones para sentir, ya que los habré matado y me los habré comido todos. Y así venceré a Dios y lo derribaré de su trono sangriento para gobernar en su lugar!"

En ese momento de éxtasis al pronunciar esas jugosas palabras, mis pupilas se dilataron como las de una gata en la oscuridad, la sangre tibia subió por mi garganta tan rápido que cuando quise darme cuenta estaba empapando mi boca, recorriendo mis labios, bajando por mi cuello y goteando en el suelo.
Estoy alimentándome de mí, yo soy mi propio veneno. Es tan delicioso que no quiero parar, pero sin embargo vomito sangre, me tambaleo, camino trémulamente y río con malicia alzando los brazos hacia un cielo de plástico. Me siento tan delirante que mis ojos se ponen en blanco y en la esclera se dibujan escrituras en sumerio. Llevo clavada una estaca y nadie se ríe, todos están como petrificados, sin embargo soy yo quien se muere de risa.
Sé que a ellos en el fondo les encanta ver mi sonrisa de color carmesí al igual que a mí me encanta este juego, pero intuyo que Saphira está alterada. Yo que estoy unida a ella, yo que la mantengo bajo llave como una preciosa alianza, la siento correr por mis venas como una descarga eléctrica. Seguramente quiera enredarse en mi cuello y asfixiarme con su cuerpo, lo cual puede que permita porque quiero dar visibilidad a otro grotesco espectáculo.

Al fin me retiro la estaca de madera afilada y ya podrida, me baño en mi sangre, araño las paredes, dejo la marca de mis uñas, maldigo con lenguajes tan ocultos como los secretos más oscuros de este universo, pienso que estoy maldita y me lo creo, me vuelvo a reír, fumo, vomito, me araño, juego con los demonios, castigo a los ángeles y después lloro.
Lloro porque no quiero otro destierro, lloro porque estoy cansada, lloro porque me hicieron conocer el Infierno y ahora no sólo no quiero salir de él, sino dominarlo. Lloro porque es desquiciante esquivar tanto tiempo a la Muerte. Lloro porque soy muchas cosas y a la vez ninguna. No soy nadie. Soy todo. No soy nadie. Soy todo.
Soy una caminante nocturna, la que solloza en un callejón para atraerte, embaucarte y rebanarte el cuello a la primera de cambio; pero también soy escoria cósmica, un error de la selección natural.
Mientras toda esa oleada de sentimientos acontece yo me pregunto si habrá alguna cura para estacas en el corazón y el hueco insondable que han dejado en mí. Además como acto de... ¿caridad, quizás? ofrezco gratis el poner el ojo y observar a través del hueco, así verán el Infierno y todos los secretos ocultos de tiempos inmemorables.
Ahora lo que quiero que ocurra es que se enciendan las luces mientras las personas me gritan que he traumado a sus hijos y les devuelva el dinero de la entrada. Quiero que no me quieran en el espectáculo circense y que protesten por tener enjaulada a una serpiente rabiosa y moribunda.
Entonces me levanto, miro el escenario ensangrentado y reconozco que ese teatro está abandonado desde hace décadas. Eso es lo que ocurre en realidad, que sólo el moho ha presenciado un atroz espectáculo. Nadie ha escuchado, nadie ha prestado atención, nadie ha visualizado, todo era un delirio (¿otro?). Pero lo que más me aflige de todo eso es darme cuenta de que no he traumado a ningún monstruo cuellicorto y que, en el fondo, sólo somos Saphira y yo. ¿O es una lucha constante entre ambas porque ella soy yo y yo soy ella?

13/07/2022

Recuerdos, fotografías y desintegración.

Dulces recuerdos de la infancia entre el campo, la familia y las risas me invaden a veces. En ese entonces, con la inocencia que caracteriza a un novato en el juego, me era imposible pensar que toda esa burbuja idílica algún día se rompería.
Pero no os voy a mentir, también me vienen a la mente amargas memorias junto con la sensación de no encajar, de ser una mancha de cera negra ensuciando una pared completamente rosa y decorada. O quizá una mancha que se va tornando gris. Supongo que nadie se interesó lo suficiente en explorar mi gama de colores. Pero no es de mí de lo que vengo a hablar, lo sé porque hay una frase que he escrito antes de empezar lo que sea que sea esto:

"El tiempo lineal va desfigurando los rostros". 

Y es que los recuerdos permanecen inamovibles en nuestra mente (si tenemos la suerte o la desgracia de que la insanidad no penetre ciertas partes de nuestro cerebro) pero el tiempo pasa, arrasa y deforma lo corpóreo. Si los recuerdos que me sé son como son: agridulces, los de hoy serán amargos, y los que vendrán... nadie lo sabe, ¿pues quién más podría saberlo, sino yo?
Por otro lado, creo que las fotografías las inventó algún maníaco del tiempo, algún demente frustrado por la pérdida, alguien que sólo quería inmortalizar el recuerdo en un papel para, en unos años, observar en la realidad su deformación. Ya sucedió tempranamente en los pintores y retratistas esa estúpida y bella manía de plasmarlo todo, pero al final había que inventar algo más real, más vivo, menos ficticio que simples colores en un lienzo (sin desprestigiar el trabajo de los artistas, claro). Y así, generación tras generación vamos acumulando rostros inmortalizados que en realidad están muertos, lugares que o bien ya no existen porque se han reemplazado por la arquitectura moderna, o bien están demasiado carcomidos por el transcurso de los siglos. 
El recuerdo es algo íntimo, privado, personal. Aunque dos personas vivan juntas el mismo instante van a tener recuerdos diferentes, pues estos también se asocian a las emociones sentidas. Pero las fotografías... esas son tan nuestras como del mundo. 
La era tecnológica nos expone demasiado, es cierto, pero nadie habla de la exposición fotográfica que hay en los cementerios. Por cada lápida hay una foto de un ser que antes era y ya no es. Un ser con un rostro que ya no existe mas que en la memoria de sus conocidos. Los cementerios podrían ser perfectamente un Tinder para los difuntos, pues hoy en día a las personas les basta con saber un nombre y ver sólo una fotografía junto con una descripción mediocre –en el caso de los muertos, epitafio–. ¿Te imaginas a tu abuelo en el sepulcro ligando con la muerta más bonita del cementerio? ¡Estaría de muerte!
Vale, basta de bromitas. Mientras lees esto a tus células les queda menos tiempo de vida, mientras lees esto vas a ser consciente de que respiras, parpadeas, tu corazón late como de costumbre, tu mandíbula está tensa, tus dientes apretados y en tu estómago estás acumulando comida hasta que dejes de hacerlo. Y ahora no puedes dejar de pensar en ello a la vez que quieres decirme: "pero es que mi alma será inmortal aunque mi cuerpo se muera". Pues oye, qué aburrido sería no morir nunca nunca nunca, ni siquiera como entidad y más aún como concepto, ¿no? 

29/06/2022

Backrooms senti-mentales.

Realidades innombrables, muros invisibles, cárceles en tu sien, delirios en otro plano, entidades incorporadas en tus sueños más lúcidos, muñecas sin ojos que se resquebrajan, corazones negros y brillantes como la Antracita, el pasado cubierto de telarañas, el presente repleto de gusanos conservados en un frasco de un hospital abandonado, el futuro escrito con sangre en un pergamino enterrado en el fondo de una geoda, botellas de Red Label clavadas en el cráneo de algún perturbado, yonquis en un callejón profanándose las venas con su última dosis de felicidad, cuadros clásicos rasgados, una santísima biblia ardiendo frente a una estampa de la virgen pegada sobre el cabecero de la cama de tu abuela, ninfómanos muriendo en brazos de putas, obreros disparando a sus jefes, cables de teléfono cortados, labios ensangrentados, pasillos llenos de agua que conducen al peor báratro, leones devorando a veganos, relaciones duraderas fruto del hechizo de la gitana ocultista de la esquina, colegios plagados de cadáveres, relojes detenidos a las 3:33, hoteles con un resort destinado al suicidio inminente donde en el bar te sirven Pentobarbital, besos con sabor a espaguetis, listado de asignaturas: "nihilismo, pesimismo y antinatalismo", combates de esgrima contra peces espada, quemas de libros de "escritores" modernos como Defreds en la plaza de los pueblos, arrastrar a policías encadenados a una Harley, lágrimas de oro empeñadas en cualquier local mugriento, reapertura de fumaderos de opio, enseñarle a los jóvenes a morir a los 27, ideas metafísicas perpetuadas a través de símbolos, disparos a las nubes y lluvias de sangre, fuentes públicas rebosantes de arsénico, sesos plateados adornando las paredes, iglesias convertidas en bibliotecas que contengan libros que te den ganas de colgarte de la primera viga, navajas en las uñas, árboles con sogas atadas en sus ramas, palacios convertidos en cabarets, jazz sonando en las discotecas, dejar que el demonio de tu hombro te chupe la sangre mientras el ángel te cosquillea con sus plumas, DMT gratis en las farmacias, orgasmos que duran más de cinco minutos, lecturas obligatorias de Cioran, Schopenhauer, Baudelaire, Bataille y Stirner, viajar a otro planeta y toparte con Zaratustra, encerrar a familiares rancios en el séptimo círculo del infierno y en el octavo a la putilla de tu vecina que le importa más tu vida que la suya, tener arqueros escoltando a los gatos, invitar a tu pareja a nadar en tus lagunas mentales, hologramas gratis que representen tus traumas, hundir el Vaticano bajo el mar para que las sirenas puedan tener el palacio que merecen, enviar a nuestras ex parejas y ex amistades a un centro de reeducación estricto, reinventar el amor sin envasarlo al vacío, sustituir el dinero por piedras de la orilla de la playa, adoptar como mascota a un sabueso de lava, corazones bombeando ácido en lugar de sangre, cenas románticas en el cementerio, contratar científicos para que investiguen los agujeros negros de tu mente, contar en forma de cuentos para dormir las fatídicas noticias de los periódicos populistas, hablarle a tu perro con la gelatina traductora, crear figuras 3D de las pareidolias que observas, divisar la niebla y tener la certeza de que un Dios inexistente se está fumando un porro en el paraíso, venas de color púrpura, lobotomías gratis para olvidar a personas de las que te has enamorado aun sabiendo que tu existencia es nimia en sus vidas, poner un cartel falso de «riesgo de desprendimiento» en un bosque para que nadie entre e interrumpa tu ritual satánico, talar la cabeza de tus enemigos con un cortacésped y taladrar a tus amigos con sermones como el vacío existencial que se produce en las postreras horas del día.

Y luego dirán, luego se atreverán a decir, que eso no es la verdadera utopía.

Pero es que al final...

al final...

Nada.