para entonces ya habré salido de la tumba
que me ocupé de enterrar durante la madrugada.
Ven cuando llegue el alba,
te arañaré la espalda
con mis uñas llenas de tierra
bajo un árbol centenario
que llora ante nuestra tragedia.
Yo me fui de ti,
tú te fuiste de mí,
yo también me fui de mí,
contigo, pero sin ti.
Con tu recuerdo
envasándome al vacío los pulmones
tuve que asfixiarme
para volver a vagar por este mundo
como quien no lo conoce,
entre huesos calcinados,
páginas de libros ancestrales
y calaveras sonrientes queriendo decir algo,
queriendo decir que los muertos
están más felices que nosotros,
es decir, queriendo decir todo.
Veré cómo se derrama el Sol derretido,
gotita a gotita,
carbonizando nuestras pieles
hasta fundirnos y ser abono para la tierra.
El Sol está orinando,
el alba trae consigo
esta deliciosa lluvia dorada.
Se me cae la sangre,
ya no queda nada dentro de mí,
todo lo que vomito
es la arena del reloj que es mi estómago,
frente a la tumba de nuestra memoria
todo lo que aspiro a recitar es un epitafio,
tal vez dos.
Dos caballos van galopando
porque creen que son libres,
pero se escuchan disparos desde lejos.
Miro al cielo incandescente
con los ojos abiertos
y dejo que las gotas
me abrasen las pupilas.
Ya no hay nada que observar,
en el alba,
no hay nada que observar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pulsa abajo para comentar palabras cargadas de veneno.