07/08/2022

La persistencia del insomnio y cómo derrite el reloj.

Como individuos debemos de cumplir una serie de necesidades fisiológicas para lograr subsistir, o quizá más que subsistir diría "ser funcionales", por mucho que odie ese concepto. ¿Pero qué sucede cuando una o varias de esas necesidades flaquean y no se pueden llevar a cabo de una forma íntegra? Ocurre que algo se deforma, pues los cimientos no se sostienen y hay un derrumbe catastrófico dentro de uno mismo. En este caso hablaré de dormir: esa maravillosa experiencia de confort que se asemeja a estar muerto, que proporciona descanso, reparación y, además, si tienes una imaginación vívida como yo, unos sueños dignos de haber tragado alucinógenos (me pregunto qué pensaría Freud de ellos). ¡Dormir me gusta tanto y sin embargo a veces se me da tan mal!

A continuación cito a Cioran (uno de mis autores favoritos e insomne por excelencia):

«El insomnio es una experiencia extraordinariamente dolorosa, una catástrofe. Pero te hace comprender cosas que los otros no pueden comprender: te coloca fuera de la esfera de los vivos, de la humanidad. Estás excluido. Te acuestas a las ocho de la noche y al día siguiente te levantas e inicias tu jornada. ¿Qué es el insomnio? ¡A las ocho de la mañana estás exactamente igual que a las ocho de la noche! No hay progreso alguno. No hay sino esa inmensa noche que está ahí. Y la vida sólo es posible mediante la discontinuidad. Por eso soporta la gente la vida, gracias a la discontinuidad que da el sueño. La desaparición del sueño crea como una continuidad funesta. Tienes un solo enemigo: el día, la luz del día».

Creo que nadie es capaz de definirlo tan bien como él. Ahora os estaréis preguntando (o muy probablemente no) qué es para mí el insomnio. Para mí se asemeja al cuadro surrealista de Dalí: "La persistencia de la memoria", pues en esas infernales noches no sólo siento que el reloj se derrite y se desvanece, sino que también lo hace mi mente. Creo que la mente es como una bomba de relojería (al menos la mía), pues en la gran mayoría de ocasiones no he necesitado más alarma que ella. Si me tengo que despertar a las 8:00, Mente se despierta casi dos horas antes. Si me quiebro emocionalmente antes de dormir, ten por seguro que Mente no duerme. A veces simplemente no pasa nada previamente. Aunque no todas las noches desciendo a la desesperación, pues la mayoría de ellas Morfeo me trata bien, pero en numerosas ocasiones me odia. Soy consciente de que hubo un tiempo hace años en que provoqué mi propio insomnio, forcé a mi cerebro, rompí las cadenas del descanso, maté a Morfeo y quizá ahora se esté vengando de mí; pero esa es otra historia de terror para contar y ahora mismo no voy a hacerlo.
En épocas insomnes me pesan los párpados y necesito dormir, pero la maldita mente no se calla. La maldita empieza a delirar, a tener pensamientos fuera de órbita, y entonces yo sólo ansío arrancármela y estamparla en la pared hasta decorarla con mis sesos. Procedo a dar vueltas y vueltas en la cama como una espiral. Pasa una hora, otra y otra más. Hasta que veo un jodido rayito de sol entrar por la ventana y pienso: "¡por fin se acabó esta tortura!". Habría que celebrar el sobrevivir a las noches de insomnio, no el cumplir años. Entonces es cuando me levanto con taquicardia, me miro al espejo y no sé si soy yo o la muerta más fresca del cementerio. Tengo unas ojeras inmensas, pesadez de cabeza y los ojos inyectados en sangre. No sé si camino o levito. Ahí, si aún conservo la capacidad de reflexionar, me doy cuenta de que tendré que fingir durante todo el desdichado día que contengo la energía suficiente como para aguantarlo. Porque sí, tus necesidades fisiológicas importan tan poco que el mundo no se va a parar por tu malestar. Entonces las personas te dicen que necesitas relajarte más y dejar de pensar. ¿Estás nerviosa? ¿has tenido ansiedad? "¡Culpa tuya por malcriar así al cerebro!", te reprocharán los que carecen de inteligencia emocional. "¿Has probado a meditar?", te sugerirán los más místicos. "¿Has tomado pastillas?", te recetarán los científicos. 
Después de todo eso, ya ha pasado un tiempo y por fin sale la luna a palidecer las calles. Estoy tan cansada... pero sin embargo, lo que más me cansa es el intentar volver a descansar, pues no quiero volver a la pesadilla consciente. ¿Y qué hacer si no? 
El cerebro vuelve a desobedecerme y otra vez quiero estamparlo y otra mañana veo a la muerta del espejo aún más muerta y tengo que fingir. La habitación está contaminada de miasma.
El insomnio es contar las horas, es la incertidumbre de no saber si vas dormir la mitad, la noche completa o no dormir en absoluto; el insomnio es la neura del insomne. Aunque no todo es drama, a veces sé que consigo dormir porque sueño (no deliro), pero aún así no es suficiente. ¿Y si lo intento con pastillas? A ratos cumplen su función, pero al día siguiente arrastro una pesadez y una somnolencia como si llevara cadenas en los pies, además del intenso bombeo del corazón. ¿Y si mejor lo intento dándome un tiro en la cabeza? Así todos descansamos.

2 comentarios:

  1. Yo padecí de insomnio y encontré la solución. Hablé de ello en la entrada 62. Quién sabe, a lo mejor te sirve...:)

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