06/09/2022

Metáfora de cómo me siento blablabla.

Voces desgarradas a lo lejos.
Dentro mi mente canta para no escuchar ni escucharse.
¿Qué particular manía es esa?
Parece que tengo bombas en las sienes.
Dice mi manuscrito que el Yo es la metafísica que nos condena a la Tierra,
el Otro es el lazo que hay que romper.
Intolerancia del Yo, cansancio del Otro.
No quiero ser esto, tengo disforia mental.
Tiemblo bajo un árbol hueco y centenario.
Tengo vendas en las rodillas ensangrentadas y busco un desierto para morir.
Quiero morir donde todavía quede un ápice de oxígeno,
donde no se escuchen gritos ni sonidos violentos.
Quiero morir imaginando el oasis que nunca tendré.
Quiero morir, quizá, a manos de un forajido que muerda mi piel;
sería mejor eso que morir en cualquier guerra de la mente.
Ese forajido me propondrá hacer un pacto y rajará la palma de mi mano.
O quizá lo obligaré yo.
Ese pacto será como un sello de muerte sin juramentos,
ya que las palabras son humo que se inyecta en los pulmones y los ennegrece.
Nunca busco culpables, sólo necesito entendimiento.
Entender, razonar, racionalizar el por qué.
Por qué las cosas son como son, por qué me siento de esta forma.
Por qué las personas no comprenden que me vacío, que soy 70% veneno.
Dibujo formas, maneras de contarlo.
El sastre me cosió los ojos y la boca cuando yo sólo quería lucir un vestido bonito;
se podría decir que ahora luzco uno, pero es harapiento.
El aire está sobrecargado de angustia, el río ya no augura nada bueno.
La noche está tan oscura que ya no se divisan estrellas para guiar a los errantes del camino.
Ya no llegan juglares ni enamorados, ni piratas satisfechos con sus acciones.
Las cartas están en blanco porque no hay sentimientos.
Las curanderas están muertas y los arqueros se han clavado flechas en los ojos.
El tesoro ha sido saqueado y los barcos quemados para no ser encontrados nunca.
No hay caza de brujas, hay caza de ideas; esto ha sido así desde siempre.
Hay una catedral que se está desmoronando y ya nada es seguro, sagrado o puro.
En el pueblo todo es caos, pues dicen que ha llegado la hora.
Contempla a lo lejos cómo todo arde, cómo todos se desafían en duelo.
Agarra entonces mi mano, forajido, y vámonos de aquí dejando un rastro de gotas de sangre a nuestro paso.

2 comentarios:

  1. A veces, o puede que las más de las veces, nos sentimos desubicados y parece que la única salida para desembarazarse de esa sensación sea largarse rápido, muy rápido. En cualquier caso, mejor no dejar rastro, porque, no sé cómo se lo hacen, que siempre te acaban encontrando.

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    1. Supongo que hay que ser muy cuidadosos para no dejar rastro alguno, o tal vez la gente es Sherlock Holmes.

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