01/08/2022

Una serpiente llamada Saphira.

Una estaca en el corazón yo tengo, firme y fuerte, bien anclada. Una estaca en el corazón me clavé con sublime minuciosidad, como si yo fuera la madre de todos y cada uno de los demonios del Inframundo, como si quisiera oscurecer la Tierra y corromper al ser humano (¿acaso no era ese mi propósito?). No hay verdugos ni individuos a los que culpar esta vez, pues yo misma atravesé el epicentro de mi corazón con un golpe sigiloso pero firme. El resultado fue preciso, la serpiente siseó y de mi boca emanaron estos vocablos (guionizados, por supuesto):

"¡Quiero ser la madre del mal, quiero gobernar la oscuridad, observar con soberbia al mundo ya negro y quemado donde no hay más dolor; pues no podrá haberlo porque no existirán mentes para pensar ni corazones para sentir, ya que los habré matado y me los habré comido todos. Y así venceré a Dios y lo derribaré de su trono sangriento para gobernar en su lugar!"

En ese momento de éxtasis al pronunciar esas jugosas palabras, mis pupilas se dilataron como las de una gata en la oscuridad, la sangre tibia subió por mi garganta tan rápido que cuando quise darme cuenta estaba empapando mi boca, recorriendo mis labios, bajando por mi cuello y goteando en el suelo.
Estoy alimentándome de mí, yo soy mi propio veneno. Es tan delicioso que no quiero parar, pero sin embargo vomito sangre, me tambaleo, camino trémulamente y río con malicia alzando los brazos hacia un cielo de plástico. Me siento tan delirante que mis ojos se ponen en blanco y en la esclera se dibujan escrituras en sumerio. Llevo clavada una estaca y nadie se ríe, todos están como petrificados, sin embargo soy yo quien se muere de risa.
Sé que a ellos en el fondo les encanta ver mi sonrisa de color carmesí al igual que a mí me encanta este juego, pero intuyo que Saphira está alterada. Yo que estoy unida a ella, yo que la mantengo bajo llave como una preciosa alianza, la siento correr por mis venas como una descarga eléctrica. Seguramente quiera enredarse en mi cuello y asfixiarme con su cuerpo, lo cual puede que permita porque quiero dar visibilidad a otro grotesco espectáculo.

Al fin me retiro la estaca de madera afilada y ya podrida, me baño en mi sangre, araño las paredes, dejo la marca de mis uñas, maldigo con lenguajes tan ocultos como los secretos más oscuros de este universo, pienso que estoy maldita y me lo creo, me vuelvo a reír, fumo, vomito, me araño, juego con los demonios, castigo a los ángeles y después lloro.
Lloro porque no quiero otro destierro, lloro porque estoy cansada, lloro porque me hicieron conocer el Infierno y ahora no sólo no quiero salir de él, sino dominarlo. Lloro porque es desquiciante esquivar tanto tiempo a la Muerte. Lloro porque soy muchas cosas y a la vez ninguna. No soy nadie. Soy todo. No soy nadie. Soy todo.
Soy una caminante nocturna, la que solloza en un callejón para atraerte, embaucarte y rebanarte el cuello a la primera de cambio; pero también soy escoria cósmica, un error de la selección natural.
Mientras toda esa oleada de sentimientos acontece yo me pregunto si habrá alguna cura para estacas en el corazón y el hueco insondable que han dejado en mí. Además como acto de... ¿caridad, quizás? ofrezco gratis el poner el ojo y observar a través del hueco, así verán el Infierno y todos los secretos ocultos de tiempos inmemorables.
Ahora lo que quiero que ocurra es que se enciendan las luces mientras las personas me gritan que he traumado a sus hijos y les devuelva el dinero de la entrada. Quiero que no me quieran en el espectáculo circense y que protesten por tener enjaulada a una serpiente rabiosa y moribunda.
Entonces me levanto, miro el escenario ensangrentado y reconozco que ese teatro está abandonado desde hace décadas. Eso es lo que ocurre en realidad, que sólo el moho ha presenciado un atroz espectáculo. Nadie ha escuchado, nadie ha prestado atención, nadie ha visualizado, todo era un delirio (¿otro?). Pero lo que más me aflige de todo eso es darme cuenta de que no he traumado a ningún monstruo cuellicorto y que, en el fondo, sólo somos Saphira y yo. ¿O es una lucha constante entre ambas porque ella soy yo y yo soy ella?

2 comentarios:

  1. Tuvo que ser todo un espectáculo. Quizá alguien lo grabó y tiene intención de compartirlo en las redes para provocar un trauma colectivo a nivel planetario.

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    1. Acabaríamos todos en el psiquiátrico o colgados de una viga.

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