29/06/2022

Backrooms senti-mentales.

Realidades innombrables, muros invisibles, cárceles en tu sien, delirios en otro plano, entidades incorporadas en tus sueños más lúcidos, muñecas sin ojos que se resquebrajan, corazones negros y brillantes como la Antracita, el pasado cubierto de telarañas, el presente repleto de gusanos conservados en un frasco de un hospital abandonado, el futuro escrito con sangre en un pergamino enterrado en el fondo de una geoda, botellas de Red Label clavadas en el cráneo de algún perturbado, yonquis en un callejón profanándose las venas con su última dosis de felicidad, cuadros clásicos rasgados, una santísima biblia ardiendo frente a una estampa de la virgen pegada sobre el cabecero de la cama de tu abuela, ninfómanos muriendo en brazos de putas, obreros disparando a sus jefes, cables de teléfono cortados, labios ensangrentados, pasillos llenos de agua que conducen al peor báratro, leones devorando a veganos, relaciones duraderas fruto del hechizo de la gitana ocultista de la esquina, colegios plagados de cadáveres, relojes detenidos a las 3:33, hoteles con un resort destinado al suicidio inminente donde en el bar te sirven Pentobarbital, besos con sabor a espaguetis, listado de asignaturas: "nihilismo, pesimismo y antinatalismo", combates de esgrima contra peces espada, quemas de libros de "escritores" modernos como Defreds en la plaza de los pueblos, arrastrar a policías encadenados a una Harley, lágrimas de oro empeñadas en cualquier local mugriento, reapertura de fumaderos de opio, enseñarle a los jóvenes a morir a los 27, ideas metafísicas perpetuadas a través de símbolos, disparos a las nubes y lluvias de sangre, fuentes públicas rebosantes de arsénico, sesos plateados adornando las paredes, iglesias convertidas en bibliotecas que contengan libros que te den ganas de colgarte de la primera viga, navajas en las uñas, árboles con sogas atadas en sus ramas, palacios convertidos en cabarets, jazz sonando en las discotecas, dejar que el demonio de tu hombro te chupe la sangre mientras el ángel te cosquillea con sus plumas, DMT gratis en las farmacias, orgasmos que duran más de cinco minutos, lecturas obligatorias de Cioran, Schopenhauer, Baudelaire, Bataille y Stirner, viajar a otro planeta y toparte con Zaratustra, encerrar a familiares rancios en el séptimo círculo del infierno y en el octavo a la putilla de tu vecina que le importa más tu vida que la suya, tener arqueros escoltando a los gatos, invitar a tu pareja a nadar en tus lagunas mentales, hologramas gratis que representen tus traumas, hundir el Vaticano bajo el mar para que las sirenas puedan tener el palacio que merecen, enviar a nuestras ex parejas y ex amistades a un centro de reeducación estricto, reinventar el amor sin envasarlo al vacío, sustituir el dinero por piedras de la orilla de la playa, adoptar como mascota a un sabueso de lava, corazones bombeando ácido en lugar de sangre, cenas románticas en el cementerio, contratar científicos para que investiguen los agujeros negros de tu mente, contar en forma de cuentos para dormir las fatídicas noticias de los periódicos populistas, hablarle a tu perro con la gelatina traductora, crear figuras 3D de las pareidolias que observas, divisar la niebla y tener la certeza de que un Dios inexistente se está fumando un porro en el paraíso, venas de color púrpura, lobotomías gratis para olvidar a personas de las que te has enamorado aun sabiendo que tu existencia es nimia en sus vidas, poner un cartel falso de «riesgo de desprendimiento» en un bosque para que nadie entre e interrumpa tu ritual satánico, talar la cabeza de tus enemigos con un cortacésped y taladrar a tus amigos con sermones como el vacío existencial que se produce en las postreras horas del día.

Y luego dirán, luego se atreverán a decir, que eso no es la verdadera utopía.

Pero es que al final...

al final...

Nada. 

14/06/2022

Carta triste de diez minutos.

Querido no-diario, los recuerdos que me aquejan hoy los reproduzco en mi memoria con la esperanza de que cuando transcurran estos diez tontos minutos –los cuales tengo muertos– ni me acuerde de los mismos. Les dedico estos agónicos minutos y ni medio más, porque las agujas del reloj se oxidan, porque espero no acordarme de ellos después.

Es mentira, diez minutos no van a ser...

Llevo quince o veinte buscando las palabras idóneas que se asemejen a cómo me siento. Llevo tiempo pensando (si digo cuánto, volvería a contradecirme) qué fue lo que ocurrió. Esto comenzó siendo una carta de desamor hacia un amante del pasado sin nombre, pero la releí varias veces y decidí, como de costumbre, cambiar el rumbo (cosas del falso ego, supongo) porque, ¿es el tiempo el que trae el amor? ¿es acaso el amor una mentira del tiempo? o peor aún, ¿es la propia naturaleza la que miente? Lo tedioso del ciclo de la naturaleza es que tiene la manía de volver a repetirse, por eso esta no será la primera ni la última carta que alguien escriba con un poco de confusión.

Estoy confusa porque no quiero creerme lo que más obvio se presenta a mi mirada, lo que me dice todo el mundo, lo que mi subconsciente me obliga a aceptar retorciéndome el cuello hacia su lado más convincente y racional. No quiero creerme que para algunas personas –amantes y amigos– no fui ni tan siquiera el aleteo de un pájaro azul o el sonido que hace un árbol al caer en medio de un bosque solitario; porque entonces tendría que aceptar que yo, la chica de los ojos tristes y el alma fría, la chica que con un sello de muerte cerró la puerta al sentir jurando no abrirla hasta que los latidos de su corazón le permitieran lo contrario, se equivocó al confiar en su propio pulso.

No me entristecen los conceptos de: "amor imposible o platónico", "amistad pasajera", me entristece no haber tenido la oportunidad de entregar mi alma –desde hace tanto tiempo escondida– a un verdadero merecedor de mis sentimientos, a una persona cuya elección entre todos los cisnes del estanque hubiera sido yo. Ya no sé si ocurrirá alguna vez. O supongo que es demasiado tarde para querer que ocurra, pues entregar el alma es un acto suave como el peligro, un propio atentado suicida, una muerte inminente.

Si sólo ante ciertas presencias logré derretir el hielo que cubría mi sentir, estoy segura de que se podrá volver a congelar. Pero muy a mi pesar creo que se ha roto, formando cristales que dejan dañado para siempre el órgano más vital... y el más frágil al parecer.