13/07/2022

Recuerdos, fotografías y desintegración.

Dulces recuerdos de la infancia entre el campo, la familia y las risas me invaden a veces. En ese entonces, con la inocencia que caracteriza a un novato en el juego, me era imposible pensar que toda esa burbuja idílica algún día se rompería.
Pero no os voy a mentir, también me vienen a la mente amargas memorias junto con la sensación de no encajar, de ser una mancha de cera negra ensuciando una pared completamente rosa y decorada. O quizá una mancha que se va tornando gris. Supongo que nadie se interesó lo suficiente en explorar mi gama de colores. Pero no es de mí de lo que vengo a hablar, lo sé porque hay una frase que he escrito antes de empezar lo que sea que sea esto:

"El tiempo lineal va desfigurando los rostros". 

Y es que los recuerdos permanecen inamovibles en nuestra mente (si tenemos la suerte o la desgracia de que la insanidad no penetre ciertas partes de nuestro cerebro) pero el tiempo pasa, arrasa y deforma lo corpóreo. Si los recuerdos que me sé son como son: agridulces, los de hoy serán amargos, y los que vendrán... nadie lo sabe, ¿pues quién más podría saberlo, sino yo?
Por otro lado, creo que las fotografías las inventó algún maníaco del tiempo, algún demente frustrado por la pérdida, alguien que sólo quería inmortalizar el recuerdo en un papel para, en unos años, observar en la realidad su deformación. Ya sucedió tempranamente en los pintores y retratistas esa estúpida y bella manía de plasmarlo todo, pero al final había que inventar algo más real, más vivo, menos ficticio que simples colores en un lienzo (sin desprestigiar el trabajo de los artistas, claro). Y así, generación tras generación vamos acumulando rostros inmortalizados que en realidad están muertos, lugares que o bien ya no existen porque se han reemplazado por la arquitectura moderna, o bien están demasiado carcomidos por el transcurso de los siglos. 
El recuerdo es algo íntimo, privado, personal. Aunque dos personas vivan juntas el mismo instante van a tener recuerdos diferentes, pues estos también se asocian a las emociones sentidas. Pero las fotografías... esas son tan nuestras como del mundo. 
La era tecnológica nos expone demasiado, es cierto, pero nadie habla de la exposición fotográfica que hay en los cementerios. Por cada lápida hay una foto de un ser que antes era y ya no es. Un ser con un rostro que ya no existe mas que en la memoria de sus conocidos. Los cementerios podrían ser perfectamente un Tinder para los difuntos, pues hoy en día a las personas les basta con saber un nombre y ver sólo una fotografía junto con una descripción mediocre –en el caso de los muertos, epitafio–. ¿Te imaginas a tu abuelo en el sepulcro ligando con la muerta más bonita del cementerio? ¡Estaría de muerte!
Vale, basta de bromitas. Mientras lees esto a tus células les queda menos tiempo de vida, mientras lees esto vas a ser consciente de que respiras, parpadeas, tu corazón late como de costumbre, tu mandíbula está tensa, tus dientes apretados y en tu estómago estás acumulando comida hasta que dejes de hacerlo. Y ahora no puedes dejar de pensar en ello a la vez que quieres decirme: "pero es que mi alma será inmortal aunque mi cuerpo se muera". Pues oye, qué aburrido sería no morir nunca nunca nunca, ni siquiera como entidad y más aún como concepto, ¿no?