14/04/2022

El ser racional pasó de moda.

¿Alguna vez estuvo a la moda?

En la infancia una de las leyes más imprescindibles de nuestras certezas es la de que todos los humanos abarcan una bondad innata dentro de sí, puesto que nuestra moralidad está en un proceso inocente de formación. Nuestras cuestiones son nimias entonces. Reímos porque todo el mundo parece bueno y lloramos cuando nos sentimos dañados, sin embargo no cuestionamos mucho el por qué un ser nos produce tal aflicción.

Conforme avanzamos en edad se nos agrieta esa burbuja moral, se nos agujerea la pecera donde nadábamos pacíficamente, y entonces nos invaden cientos de cuestiones. ¿Realmente mis amigos son mis amigos? ¿por qué son mis amigos? ¿qué me aportan? ¿por qué han cometido tal o cual acto? ¿por qué he dejado pasar por alto ciertas cosas? ¿por qué mi familia a veces es una condena más que un alivio?

Tal es así, que no sabemos con quiénes estamos conviviendo. Y es que en la infancia y parte de la adolescencia se nos hace inimaginable pensar que la vida de nuestros predecesores ya corría antes de nuestro nacimiento. 

Al final te das cuenta que todo era un baile de máscaras bajo un escenario muy bien decorado. Rostros monstruosos, agrietados y ensangrentados se encuentran bajo esa máscara tan elegante que los oculta. Esto ni siquiera tiene por qué ser así en muchos casos, pero década tras década, siglo tras siglo hemos crecido rodeados de embustes populares. Desde que existe Santa Claus, pasando por que todas las personas son nobles, hasta acabar en que la vida que nos vamos a labrar será excelente y maravillosa. No nos preparan para la realidad y luego pretenden que salgamos con un manto de sobreprotección a un bosque lleno de lobos hambrientos.

¿Es esto la verdadera racionalidad o sólo una farsa?